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Daniel Rabal Davidov

La batalla que se libra hoy

La batalla que se libra hoy 

Daniel Rabal Davidov 

Septiembre 2024 Madrid



Tamara de Lempicka. Autorretraro 1929

 

 

La batalla que se libra hoy en día en el frente político y en el frente social no es la batalla entre la izquierda y la derecha. La izquierda y la derecha, como conceptos, están desfasados y no pertenecen a nuestro tiempo, sino a un tiempo que ya no existe.  


La batalla que se libra en las mentes y en la vida de las personas de Occidente es entre el autoritarismo y el liberalismo.

La batalla que se libra en las mentes y en la vida de las personas de Occidente es entre el autoritarismo y el liberalismo. Entre el colectivismo y el individualismo. El colectivismo entendido como el abandono del bien personal, como la pérdida de la identidad, de la privacidad y de la vida propia en favor del poder del Estado en aras de un supuesto bien común. El individualismo entendido no como ese término demonizado y estigmatizado, sino como la búsqueda del bien del individuo, del desarrollo en libertad de las capacidades propias de cada cual y el disfrute de su propia privacidad, la propiedad de su vida y de su talento. Esto último es algo que se daba por sentado como una de las bases de cualquier democracia Occidental moderna. Es en esto en lo que se basaron las revoluciones contra el Antiguo Régimen autoritario que hacía del individuo un ser al servicio del Estado, personificado por el rey y por la Iglesia. En el Siglo XX se inventó lo que nos atrevemos a llamar un “Nuevo Régimen”, basado en una nueva Iglesia, que en lugar de apelar al sentido de la moral a través de la religión lo hacía a través de un nuevo dogma que también buscaba, se suponía, el bien común. El resultado fue el nacimiento de un monstruo de dos cabezas. Por un lado, el colectivismo de tipo socialista-comunista. Por otro, el colectivismo de tipo fascista-nacionalsocialista.  Ambos compartían el mismo objetivo: el fin del individuo, la aniquilación del Yo en favor de la esclavitud del individuo a la sociedad. Era el Antiguo Régimen con nuevos líderes, con nueva aristocracia, con nuevas caras y nueva ideología para sostenerse. En la práctica, era la misma tiranía, la misma idea.  


No se puede concebir una democracia sin que la idea de la libertad individual sea una de sus bases.

No se puede concebir una democracia sin que la idea de la libertad individual sea una de sus bases. Si no, lo que se está creando es una tiranía. Las dictaduras del Siglo XX también se disfrazaban de democracias. Las dictaduras de hoy en día se disfrazan de democracias. Todo régimen, por enemigo del ser humano que sea en la práctica, se dice a sí mismo adalid del bien común. Pero hay que juzgar al árbol por sus frutos.  


¿Por qué algunos políticos hoy en día, en países libres como los nuestros, le tienen miedo, le tienen aversión, hacen la guerra al concepto de Libertad? ¿Qué les molesta de esta idea? ¿No será lo mismo que molestaba a los tiranos del pasado? ¿Cuántas veces nuestras sociedades tendrán que cometer el mismo error?  


Si un político se declara enemigo de la Libertad y acusa y demoniza a todo aquel que la defiende como si fuese un “enemigo del bien común”, ved que ese político, o ese escritor, o ese pseudointelectual, es un enemigo del individuo. Es un enemigo de la libertad. Sus intereses son, sin embargo, totalmente individuales y libres: desea su poder personal y tener para sí lo que enajena a los demás. Para eso estas personas, de naturaleza mediocre, pero de ambición desmedida, deben crear una sociedad absolutamente dócil, donde la mediocridad reine. Porque si se ensalza a la mediocridad como genialidad, la verdadera genialidad queda oculta, al menos durante un tiempo. Si se dice que un director de cine mediocre es un genio, si se dice que unos escritores absurdos son maravillas de la literatura y se les premia sin ton ni son, si se ensalza el comportamiento vil y bajo y se ridiculiza todo lo sagrado para el ser humano y se hace de lo admirable objeto de burla o de desconfianza y se acusa a cada cual que se atreva a decir lo que todos piensan de ser un “enemigo del bien común”, los cimientos de las sociedades que nuestros antepasados nos han dado quedan socavados. Es un proceso lento, pero no tan lento, y es corrosivo. Ante eso lo único que se puede hacer es aceptar que esa batalla existe, que esa gente existe y que bajo sus buenas intenciones que siempre dan frutos podridos solo existe una pura codicia y maldad y, más allá, una absoluta mediocridad. Hay que ser absolutamente duro con esa mediocridad, hay que ser tremendamente exigente en el campo profesional en el que cada cual desarrolla su trabajo y buscar solo la excelencia, sobre todo la propia. Ya sea uno escritor, profesor, economista, doctor o albañil. Hay que buscar ser siempre más y honrar la naturaleza propia y la existencia propia con la búsqueda de la mejora personal. De la mejora individual. Esta mejora individual, esta búsqueda de la excelencia le otorga a uno la capacidad y el valor de poder ver la mediocridad y juzgarla públicamente como lo que es. La mediocridad es motivo de vergüenza. Debe serlo. Conduce invariablemente al ser humano a lo peor de sí mismo. Hay que ser seres genuinos. Hay que ser lo que uno es, no lo que no. Tenemos que hacer un esfuerzo y exigirnos a nosotros mismos ser lo mejor que podemos ser y serlo plenamente. Ese objetivo nos dará felicidad y nos dará fuerza. El bien de cada individuo es el verdadero bien de la sociedad. Si no, si nuestras sociedades continúan esa senda de desidia y de aceptación de lo peor, serán destruidas, invadidas o convertidas en tiranías donde tendremos que escuchar cómo seres mediocres y sin ningún talento o cultura o capacidad deciden sobre las vidas de millones de personas que tienen la capacidad y el derecho de nacimiento de vivir libres y de ser felices. 


Los gobiernos actuales de muchas de nuestras democracias dicen buscar el bien común, pero haciendo eso buscan el mal de cada individuo, su dependencia de ellos. Su absoluta entrega y sumisión. Mientras tanto, esos que dicen que renunciemos a nuestros derechos de nacimiento como seres humanos, hacen acopio de poder y de riqueza para ellos y sus amistades. Nada de lo que prometen se cumple o será cumplido. Únicamente la tiranía y la dependencia. 


Estamos en un punto crucial para la historia de nuestra sociedad. Podemos elegir dos rumbos. El rumbo de la mediocridad colectiva, que podrá durar más o menos, pero será finalmente destruida por el poder personal y el talento de individuos libres, junto a su deseo y al de millones de individuos de vivir en libertad, prosperidad y felicidad, o evitar años perdidos e ir directamente a lo que ya sabemos que es bello, que es bueno y que es próspero para el bien de cada individuo.  


La batalla que se libra hoy en día es en las mentes de cada uno.

La batalla que se libra hoy en día es en las mentes de cada uno. Se hace uso del miedo, del deseo, del odio a los otros y del temor a ser considerado “el otro” para robar poder a los individuos y dárselo al Estado. No lo permitamos. No es una exageración, sino una evidencia. Su objetivo es ese, sus motivos los conocen solo ellos pero podemos imaginarlos, y quienes los apoyan, las potencias que los apoyan, ya practican la tiranía en los lugares donde gobiernan. Países enteros convertidos en Estados autoritarios sin libertades de ningún tipo. Aquí ya tienen a un sector pseudocultural trabajando para ellos a cambio de dinero y de premios y fama, tienen a un sector de la pseudoprensa haciéndoles de propagandistas y tienen el mayor de los apoyos en la desidia de los que ven lo que sucede y se rinden antes de empezar a luchar siquiera. La lucha no es contra nadie, ni siquiera contra ellos, que tienen rostro y nombres. Ellos no importan, podrían ser ellos u otros y siempre existirán. La lucha es más que una lucha un esfuerzo, un deseo y una acción de ser más. De ser Yo al máximo posible. De ser más, de hacer más, de dar lo mejor y de aceptar en los demás solo lo mejor, sea lo que sea eso para cada individuo: amor de verdad, felicidad de verdad, placer de verdad, libertad de verdad.  


Busca ser y dar lo mejor en lo que hagas. Y haz lo que realmente te hace ser Tú. Puede ser incómodo al principio pero será bello y será placentero de una forma que ninguna otra cosa es o puede serlo. Tú serás Tú. Y el mundo será aquello que hagas con él.  

El mundo es de cada uno de nosotros. La sociedad no la forma un abstracto “pueblo” sino cada uno de nosotros, individuos libres por derecho de nacimiento, y lo que cada uno de nosotros hace.  

Daniel Rabal Davidov

 

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